348. Fin temporada 14: Un año menos

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Como todos los años, la gente se junta esta noche en familia o con amigos a celebrar la llegada de un nuevo año. Junto con ello, se hacen los buenos deseos y los propósitos para el 2020, esperando que sea mucho mejor que el año que ya está próximo a irse. Y bueno, como todos los años, aquí vengo a decirles que no. NO será mejor el año 2020. Sin embargo, debo tenerlos lateados diciendo siempre lo mismo cada fin de año. Por lo que este artículo, el último de la presente temporada, tendrá otro enfoque. Un enfoque más positivo.

¿Un año más? No, amigos: un año menos

En varias oportunidades les he relatado que, conforme pasen los años, las cosas irán empeorando. Eso no lo digo yo: lo dice un libro que mucha gente ni lee, y que incluso se burlan de quienes le tenemos un profundo respeto. Me refiero a la Biblia (léete, como botón de muestra, el artículo 0196: No hay peor ciego que el que no quiere ver). Y es que no se puede ir en contra de lo que ya está estipulado. Honestamente, no sé qué tanto celebra la gente. Este año fue horrible en varios aspectos, y las revueltas, que yo veía de lejos en otros países, estos últimos tres meses las he vivido en carne propia. ¿Podría decir, entonces, que el año 2020 será mejor, si ya se ve que seguirán con las protestas, las tomas de calles, los incendios, y un sin fin de barbaries? ¿Podrías tú decirles a los enfermos terminales, a los niños desnutridos del mundo, a quienes han perdido a sus familias en guerras, a quienes viven encerrados en sus casas por temor a la delincuencia, que el año que viene será mucho mejor? ¡Vamos amigo! Seamos realistas: no hay nada que festejar.

Hay una canción de una conocida banda de música que, en una parte, dice: "Un año más, que se va". Seguramente la has escuchado un par de veces. Y es que, claro está, ha pasado un año más. Pero mi pensamiento con respecto a los años es muy distinto a la letra de la canción. Por que, para mí, no es un año más. Es un año menos. ¿Cómo así?

Falta poco y todos nuestros problemas serán cosa del pasado

La idea original no era que viviéramos en estas condiciones tan horribles. Si fuera así, no me cabría en la cabeza de que Dios nos haya creado para sufrir. Hasta dudaría de su existencia (aunque ya sabemos que sí existe, revisa el artículo 251. Tres razones para creer que Dios existe). Lo cierto es que Dios no quiere esta vida para nosotros. Por ello, Él se ha propuesto acabar con todas las causas de nuestro sufrimiento: las enfermedades, la vejez, las guerras, el hambre, los desastres naturales... ¡Hasta la muerte! ¡Incluso volverán a la vida nuestros seres queridos que han muerto! Y como cada vez falta menos para que eso ocurra, ya que las pruebas así lo demuestran, en vez de agregar un año más, le quito un año a esta sociedad moribunda. Sí: un año menos.

Pronto podremos ser felices de verdad, y podremos festejar todo lo que queramos. Hoy no hay mucho que celebrar: y no es que quiera ser un amargado, pero es que ni siquiera en las mejores perspectivas se puede ver algo mejor para el año que viene; y si algo así ocurre, será pasajero. Mientras tanto, sigo con todas mis fuerzas adelante mientras espero con ansias el día en que Dios nos de motivos de verdad para celebrar: el día en que nuestros problemas y nuestro sufrimiento sean cosa del pasado. ¡Nos vemos en la temporada 15 de Donde Panchito! ¡Hasta entonces!
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347. "¡Me han asaltado!"


Hace unos dos años, mientras trabajaba en un Pronto Copec en la noche, me sucedió una historia un tanto curiosa que hoy quiero relatarles. Es breve, así que no les tomaré mucho de su tiempo.

A eso de las 6:30 de la mañana, cuando estaba comenzando a amanecer, llega un chico de unos veinticinco años de edad al local de comida, en evidente estado de ebriedad... digamos que estaba corriendo fuerte el viento, o que estaba temblando fuerte. No podía caminar bien. Se notaba que lo había pasado chupete en alguna discoteque, y ahora estaba desorientado o algo por el estilo. Lo cierto es que, entrando al local, grita: "¡Me han asaltado!"y se va.

Mis compañeros, los pocos clientes que habían y yo quedamos pasmados. No sabíamos qué hacer. Una de mis compañeras me sugiere que vaya afuera a hablar con él, y lograr sacar algo más de información. Así que fui y le inquirí sobre su asalto.

Entre todos los sonidos que pronunció, me indicaba que había sido asaltado una vez que salió de una discoteque e iba rumbo a casa. Obviamente yo pensaba llamar a la policía. Parafraseando, se suscitó el siguiente diálogo:

Yo: Ya pero, ¿qué te robaron?
Joven: Nada, no me robaron nada, pero me robaron...
Yo: ¿Cómo puede ser posible que te roben, pero que no te roben nada? Entonces no te robaron po.
Joven: No si me robaron. Le juro que fue así.
Yo: ¿Y dónde te robaron?
Joven: En el kilómetro 10, cerca del peaje Chaimávida.

Ahí quedé plop. ¿En el kilómetro 10, cerca del peaje Chaimávida? Primero, el peaje mencionado no existe hace como mínimo 5 años. Segundo, el kilómetro 10, donde estaba ese peaje, estaba a unos 12 km de donde estábamos nosotros, y más encima en otra carretera (véase mapa al final de este párrafo). Y tercero: el kilómetro 10 como tal ya no existe, ya que con la construcción de la nueva carretera, ahora era el kilómetro 65 aproximadamente. Le pedí que me apuntara hacia dónde fue que lo asaltaron, y me apuntó hacia el norte. Y resulta que el lugar que me mencionó que le robaron queda al este
Igual caminó harto desde el "Kilómetro 10" hasta mi extrabajo

"Este cabro no sabe dónde está parado", pensé. De todas formas decidí llamar a la policía. Quizá efectivamente lo asaltaron y el no recuerda dónde fue. Así que los llamé. Llegaron en unos 15 minutos. Se bajaron de la patrulla y, cuando les indiqué lo que pasó, mostrándoles al joven, dijeron: "¿Tú otra vez?".

Les pregunté a los policías por qué "Otra vez". "Lo que sucede es que es la tercera o cuarta vez que nos llaman porque lo asaltaron. Y resulta que dice que lo asaltaron pero es mentira. Quiere que lo llevemos a casa. Lo llevamos y resulta que se vuelve a salir"

¡Vaya! Quería locomoción gratis para ir a donde quisiera a tomarse unas copas y después que lo fueran a dejar. ¡Qué chistoso! Finalmente se lo llevaron por "tercera o cuarta vez" a su casa.

Y ese es el final de esta pequeña historia. Espero que les haya gustado. Nos vemos en un siguiente artículo, aquí Donde Panchito.
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346. Endeudándose para estudiar


Llegamos al último mes del año. Un año bastante movido socialmente hablando acá en Chile. Pero, fuera de eso, en mi vida todo va bien. Tengo un trabajo que me permite mantenerme y muchos amigos que me hacen la vida más amena. Espiritualmente hablando, todo súper bien. Pero hay una pequeña piedra que me impide decir que estoy 100% tranquilo. Y tiene que ver con algo que hice hace más de 10 años, aun cuando no quería hacerlo: ir a la Universidad.

Quienes me leen desde los inicios del sitio web y blog, quizá se acordarán cuando, en aquel lejano 2008 les comentaba que no quería ir a la Universidad. "No tenía muchas ganas de gastar más años de mi juventud en algo que quizás no me sirva para nada", escribí en esa oportunidad (Artículo 0007. Disfrutando de las vacaciones) Y hoy, casi 12 años después de haber escrito eso, sigo pensando igual: ir a la Universidad no sirve para nada. No te asegura tener trabajo. Mírenme a mí: no terminé mi carrera y aquí estoy... no me he muerto de hambre. Pero, al margen de eso, puedo contarles que, para estudiar en la Universidad durante ese año 2008, tuve que endeudarme. Claro, mi familia no contaba con los recursos para pagar la totalidad de las mensualidades y matrícula para estudiar, así que me dieron el Crédito Solidario que otorga el Estado.

Pues bien, el resto de la historia ya la conocen. Abandoné la Universidad y comencé a trabajar (más detalles en los artículos 0033. Mi vida post media y 0078. ¿Qué ha sido de mi?). En el 2011, la Universidad comenzó a exigir el pago del préstamo. La deuda ascendía a 35.9 UTM (Unidades Tributarias Mensuales), que en pesos chilenos de ese año era de $1.400.853.- Todos los años he tenido que declarar cuánto gano y, de ahí, me sacan un porcentaje que debo ir pagando. Durante estos años (desde el 2011 al 2018) he pagado 13,004 UTM ($645.297 actuales).

Al hacer la resta entre lo que debía y lo que he pagado, podemos deducir que he pagado casi la mitad de la deuda, ya que aun me queda por pagar $755.556.- Pero, aquí viene el truco (o los trucos): la deuda está expresada en UTM, no en pesos. Y la UTM sube todos los meses. Además, todos los años me cobran intereses.

Metiéndome en la página de la Universidad, pude constatar que, luego haber hecho los pagos que he mencionado ($645.297), aun me queda por pagar la increíble suma de $1.573.098. ¡Más de lo que debía al principio! ¿Tiene algo de lógica eso? Para nada: es un robo legal. Me han robado más de $600.000, y la ley lo permite. ¿Y qué pasaría si no pago? ¿O si un año no declaro lo que he ganado? Pueden ejercer acciones judiciales en mi contra, meterme en DICOM por moroso, e incluso pagar con cárcel si no cancelo la totalidad de la deuda.

¿Cuál es mi consejo? ¡Jamás se endeuden para estudiar! Claro, quizá hayan muchos que no tienen los recursos para poder estudiar en la Universidad, o que estudiar es un derecho que debe ser gratis, pero... ¿Es realmente necesario ir a la U para ganarse la vida? ¿Es realmente la clave del éxito gastar 6 o más años de tu juventud en un lugar donde, aunque te entreguen tu título, no pueden asegurarte de que trabajarás en lo que estudiaste? El mundo es muy volátil, por lo que nadie puede prometerte el éxito por ir a la Universidad. Soy  la prueba viviente de que, sin títulos ni estudios superiores, uno puede ganarse la vida. Piénsalo... yo sólo estudié un año y miren lo que debo... ¿Te has puesto a pensar si estudias 6, 8 o 10 años? De verdad... piénsalo...
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