297. ¿Un minuto de tu vida, o tu vida en un minuto?

Foto tomada del sitio BioBio Chile, sobre el accidente en la Ruta 150 en abril del año pasado

¿Un minuto de tu vida, o tu vida en un minuto? ¿Qué prefieres? ¡Hey! Antes de contestar esta pregunta que, por cierto, le da el título a este artículo, primero debo explicarte a qué se debe que te haga esta interrogante. Y es que desde hace mucho que tengo este artículo en fase beta, esperando tener un chispazo "escritorístico" (no sé si existe esa palabra, pero se entiende) para concluirlo. Y por fin pude dar término a este artículo, luego de que hoy me llegara el impulso que necesitaba no es fácil escribir después de todo... y 11 años haciéndolo es harto tiempo

Amigo lector: por favor. Te aviso de antemano que este artículo es extenso, pero te quiero pedir que lo leas con calma y completo, porque básicamente la vida de cada uno de nosotros está en juego, y eso no se puede tomar a la ligera.

Un desastroso accidente de tránsito

A principios de abril del año pasado, una triste noticia nos llegó a todos por acá donde vivo. En la carretera que une Penco con la capital regional, Concepción, ocurrió un atropello frente a una población, Villa San Francisco, que queda a orillas del camino. El joven atropellado, Matías, de 17 años, muere. ¡Imagínate! Toda una vida por delante truncada para siempre por un tipo que no respetó la luz roja del semáforo. ¡Qué injusto! Más considerando que el individuo en cuestión, hasta el cierre de este artículo, está libre, aunque les encargo el peso de la conciencia por haber matado a alguien (Te dejo el enlace de la noticia aquí).


La cosa es que esta carretera, la ruta 150, que une Concepción con Tomé, es peligrosa porque une los puertos de Talcahuano y San Vicente con el de Lirquén, por lo que hay mucho tránsito, en especial de camiones. Además, los buses que van de Concepción al norte deben pasar por esta carretera que, a la orilla, tiene muchas poblaciones. De hecho, yo hasta hace poco vivía en una de aquellas poblaciones y sé de lo que hablo en cuanto a tránsito se refiere.

¿Se pudo haber evitado el atropello? Claro. Si el que atropelló a Matías hubiera manejado a una velocidad prudente y respetando la luz roja del semáforo, nada habría pasado... Pero pasó. Los habitantes de la villa reclaman por la instalación de una pasarela para poder cruzar la carretera. Se han tomado el camino y hasta ha habido enfrentamientos con carabineros por este asunto.

Claro, la pasarela es una buena opción. Pero lo triste es que, en muchas zonas donde sí hay pasarelas, la gente no las usa. Para ello les pondré un ejemplo.

La peligrosa Avenida Alonso de Ercilla

La ruta 154, que conecta Concepción y Talcahuano, es muy transitada. Parte en la rotonda Bonilla y termina en el enlace con la ruta interportuaria. Muchos autos, camiones, buses y motos que hacen de esta vía una muy peligrosa. Un tramo de esta se llama Avenida Alonso de Ercilla, que básicamente es una carretera de dos vías por lado y una velocidad máxima casi en su totalidad de 90km/h.

A lo largo de esta Avenida hay, no 1, ni 2, sino 6 pasarelas. Transito con regularidad por esa arteria, ¿y qué creen? Casi nadie las usa. Entonces, si hay una pasarela y no la usan... ¿Para qué la pidieron en su momento?

La gente, por ahorrarse unos minutos, deciden cruzar la autopista directamente, en vez de tomarse el tiempo de cruzar seguro por una de estas 6 pasarelas. ¿Crees que es sensato arriesgar tu vida por ganar a lo sumo 5 minutos de tiempo? Muchos, intentando ganar esos minutos, han perdido sus vidas en terribles atropellos y accidentes por ser... básicamente... porfiados. Sí, porfiados, porque todo el mundo sabe por dónde debe cruzar, pero no lo hacen.

Temo que suceda lo mismo en la villa donde atropellaron a Matías. Yo estoy a favor de que haya una pasarela. La gente que respeta su vida la usará. Quien no la respeta... bueno... aunque haya ascensores, escaleras mecánicas o cualquier cosa que sea más seguro para cruzar, seguirán atravesando corriendo la autopista.

¿Y los semáforos qué?

Supuestamente mi artículo terminaría aquí, pero hoy en la mañana me pude percatar de más cerca una conducta muy arriesgada de algunas personas al intentar cruzar la misma carretera donde murió Matías, pero unos kilómetros más al norte. Y es curioso, porque cuando veo estas actitudes, es como si ya todos olvidaron lo que pasó en abril con este joven. Es como la mentalidad del "A mí nunca me pasará".

Y bueno... SÍ te puede pasar. Y de pasarte, te pasará por pavo.

Estaba esperando a un amigo que me pasaría a buscar a un paradero que está a orillas de la carretera. En ese lugar hay un semáforo de peatones... estos con el botoncito para que cambie de luz y puedas cruzar. Mientras esperaba, miraba cómo la gente hacía caso omiso de la luz roja. Cruzaban corriendo para llegar al otro lado antes que pasaran los vehículos. Saltaban las barras divisorias para evitar ir a dar la vuelta al cruce. O sea, muchas actitudes totalmente irresponsables. ¿Cómo pueden decir después que cuidan su vida, si con sus hechos demuestran lo contrario?

Hace algunos años ya había tocado el tema de "cruzar donde quiera, bajo su responsabilidad". En ese entonces no tenía auto. Y ahora como conductor me impresiona la cantidad de peatones irresponsables al cruzar y que, más encima, al tocarles la bocina, se enojan. Basta con recordar la tontera que me pasó en un cruce hace algún tiempo y que también se los conté en este lugar.

A mi juicio, perder algunos minutos de tu vida dando un recorrido más largo para cruzar una avenida peligrosa es la opción más sensata y segura. Irse por el camino corto te puede llevar directamente al cementerio. Y no es una broma: a varios le ha pasado. No tiene por qué pasarnos a nosotros, ¿no?

Entonces, te pregunto nuevamente. ¿Qué escoges? ¿Un minuto de tu vida, o tu vida en un minuto? Las cartas están sobre la mesa. De ti depende escoger bien. ¡Hasta el siguiente artículo!
Compártelo:

296. Experiencias de un simple... ¿Repartidor?


Se nos va ya el mes de mayo y con ello nos acercamos tanto al invierno como a la mitad de año. ¡Cómo ha pasado de rápido este año! Y esta temporada ha estado cargada de buenos artículos, que ustedes han podido disfrutar.

En una nueva entrega de esta sección, les contaré algunas experiencias que me han pasado como repartidor. Presten atención.

Esperen... Detengan esto un momento...



Dije... ¿Repartidor?



No no no... tiene que haber un error, si yo soy cajero, no repartidor. Pues... sigo siendo cajero, pero ahora también soy repartidor. Déjenme contarles qué ha sido de mi en estos meses laboralmente hablando.

Licencia médica y despido de mi antiguo trabajo

Hace un par de artículos les contaba que, entre todos los trabajos que he tenido, estuve trabajando en un Pronto Copec de acá en Concepción. A principios de enero, y debido a la enorme cantidad de noches que me daban (hasta 14 por mes), me estaba volviendo loco... claro, no al punto de irme al manicomio. Pero no poder dormir bien siquiera una bendita semana (ya que siempre me daban 3 noches por semana laboral) me estaba afectando. Andaba con sueño, irritable y muy cansado. No tenía ganas de trabajar, y los días en que entraba a las 10 de la noche sencillamente no quería ir.

Pero tenía que hacerlo. Hay cuentas que pagar y una casa que mantener. Estaba en esa encrucijada, porque finalmente me iba a hacer mal todo esto. Finalmente fui a un psiquiatra a tratarme. Y bueno... el diagnóstico fue sólo uno: estrés laboral, así que estuve 1 mes con licencia médica. Aproveché de descansar y, obviamente, desestresarme.

A la vuelta de mi licencia volví con todas las pilas cargadas. A las dos semanas después me despidieron por "necesidades de la empresa". Así que me pagaron por los años de servicio y me fui. Actualmente contrataron otro cajero que ocupa mi puesto... aunque no entraré a averiguar si eso es legal o no. Allá ellos.

En búsqueda de un nuevo trabajo

Durante marzo descansé (más aún XD). Con lo obtenido por mi finiquito tenía para aguantar algunos meses mientras buscaba trabajo. En abril comencé a dejar currículums en todos lados y a postular en portales de trabajo en internet. Debo agradecer a Dios que no me demoré mucho en encontrar algo. A finales de abril en internet encontré un aviso de empleo como repartidor en una empresa de comida rápida. Yo experiencia como repartidor... un cero a la izquierda, pero decidí igual llamar para ver qué onda. Ese mismo día me llamaron a entrevista.

Fui a las cuatro, como quedamos de acuerdo y, luego de explicarme el trabajo, lo tomé. Desde el 7 de mayo pasado comencé como repartidor en Conce y, hasta el momento, me ha ido bien. Trabajo cuatro días por semana y el resto me dedico a mis otras actividades. Estoy feliz por ello.

Experiencias de un simple cajero

Si bien es cierto ahora trabajo como repartidor, no tiene sentido cambiarle el nombre a la sección. Al fin y al cabo, cuando reparto los pedidos debo cobrar, y ando con la máquina para tarjetas y efectivo, por lo que sigo siendo cajero, a menor escala. Las experiencias que tenga en este nuevo empleo seguirán publicándose en la sección Experiencias de un simple cajero, así que no se pierdan las siguientes ediciones. ¡Hasta entonces!
Compártelo:

295. La triste historia del falso tsunami, y de cómo en un dos por tres terminé en la punta de un cerro.


En el año 2010, y como recordarán muchos de quienes lo vivieron, ocurrió uno de los terremotos más grandes en la historia de la humanidad. Ese día 27 de febrero, cientos de personas murieron a causa de derrumbes o del tsunami que, posteriormente, arrasó con varios kilómetros de costa chilena.

Como chilenos, en general, tenemos una cultura sísmica. Al fin y al cabo, vivimos en un país altamente sísmico. Cada cierto tiempo los terremotos nos sacuden y debemos lidiar y convivir con eso. No hay escapatoria.

Pero, antes de ese terremoto del año 2010, sucedió algo bastante curioso, y que incluso se puede catalogar como tragicómico, pero viendo el trasfondo del asunto, en mi caso personal me sirvió como preparación para lo que iba a suceder tiempo después. Déjenme contarles.

"No señora. No sucede nada. Puede dormir tranquila"

Remontémonos atrás en el tiempo y lleguemos al mes de enero de 2005, hace ya más de 13 años. En ese entonces tenía sólo 14 años. Había pasado a segundo de la secundaria. Dormía plácidamente en mi cama cuando, de pronto, mi madre nos despierta a mí y a mis hermanos de manera brusca. "Se está recogiendo el mar - dijo -. Debemos huir al cerro".

Pensaba que era una broma. No habíamos sentido ningún temblor, ni tampoco habíamos oído de algún terremoto en el extranjero como para que llegara un tsunami a donde vivíamos. Mi mamá estaba nerviosa, y con algo de miedo. Nos levantamos y mi papá comenzó a sacar el auto. Mientras, uno de mis hermanos le dijo a mi madre que llamara a los carabineros (policía) para averiguar bien el asunto. Y pues lo hizo.

"No señora. No sucede nada. Puede dormir tranquila. Es sólo un rumor", le respondieron por el teléfono. Sin embargo, mi madre al mismo tiempo que hablaba con los carabineros, veía por la ventana cómo todos los vecinos agarraban algunas cosas, sus autos y sus familias, y se iban al cerro que quedaba a unos 1500 metros de donde vivíamos. Por consiguiente, no les creyó, y continuamos con nuestra huida.

Rumbo al cerro

El Cerro Amarillo, uno de los lugares donde la gente huyó
Mi hermano mayor tomó la cámara de vídeo familiar consigo para grabar el tsunami que iba a acabar con la población donde vivíamos. No recuerdo si sacamos algo más. Seguramente llevamos algunas frazadas y cosas por el estilo. Nos subimos al auto y nos fuimos rumbo al cerro, como los demás.

Nosotros huimos a ese cerro. Es que
es más alto pos
Para llegar a la cima, primero hay que cruzar una avenida, que divide la población con el cerro. Nos era urgente llegar lo antes posible, de lo contrario podríamos ser llevados por las olas... o al menos eso pensaba en un principio. Pero lo que recuerdo perfectamente es que no me cuadraba que, si todos íbamos arrancando por salvar nuestras vidas, no tenía sentido respetar el semáforo... Y eso era lo que justamente hacíamos. Nos dio el semáforo rojo, y paramos. Unos pocos autos pasaron del otro lado, y aunque íbamos apurados, mi padre no cruzó hasta que el semáforo cambió a verde. Muchos hicieron lo mismo.

En fin, luego de bordear una pequeña laguna, subimos y llegamos a la cima. Por fin estábamos seguros. Mi hermano sacó la cámara de vídeo, listo para grabar. Había mucha gente arriba... muchísima. No me podía imaginar que fuera una broma. De seguro en algún noticiero lo habían dicho. Eran ya casi las tres de la mañana.

"Vuelvan a sus casas"

Era verano, pero a esa hora hacía mucho frío, así que me metí al auto mientras los demás quedaron afuera conversando con vecinos y otras personas. Mi hermano intentó prender la cámara, pero olvidó la batería. No sirvió de nada llevarla porque no podría grabar nada. Aun recuerdo que tenía ganas de grabar para poder darle las imágenes a algún canal de televisión más adelante.

Otro detalle que recuerdo perfectamente es que habían muchos caballos pastando en la cima del cerro. Todos estaban muy tranquilos, a pesar de la cantidad de gente que había a su alrededor. Pensaba que los animales por lo general tienden a sentir estas cosas de sismos y terremotos y se ponen nerviosos. Pero estos caballos estaban muy apacibles. Habían algunos durmiendo incluso. De pronto, escucho que en el auto de al lado habían puesto la radio biobío, así que hice lo mismo: prendí la radio del auto. Eran las 3 en punto de la mañana.

Y, en la radio, una voz que decía: "No pasa nada. Es falsa alarma. Vuelvan a sus casas. No pasa nada. No hay tsunami". Cuando escuché eso, sólo atiné a reír. Le dije a mis padres, escucharon la radio, y bueno... nada que hacer. Volver a casa. Pero... que un tumulto de gente bajara al mismo tiempo por un camino de ripio angosto... nos iba a tomar tiempo. Así que mi padre le dijo a mis hermanos que bajaran a pie. Les dio las llaves de la casa y se fueron.

No recuerdo cuánto demoramos en bajar, pero al llegar a casa mis hermanos nos dicen que no fue necesario la llave de la casa, porque al salir apurados, la puerta principal quedó abierta. Gracias a Dios nadie nos robó. Seguramente todos andábamos en el cerro y nadie se quedó en la población.

Lecciones de lo vivido

Debemos estar preparados siempre en caso de terremotos
De este evento tragicómico podemos aprender muchas cosas. Primero, que un rumor puede ser catastrófico. Antes de llegar y creer todo, deberíamos averiguar bien las cosas. Segundo, que hay que estar siempre listos. Esto fue sólo una falsa alarma, pero así nos dimos cuenta que habían cosas en las cuales trabajar: tener un plan de escape, qué hacer en caso de terremoto si todos estuviéramos en lugares diferentes, armar una mochila de emergencia, etc. Lo otro es escapar a pie. En catástrofes como terremotos, las calles estarán obstaculizadas y con escombros. No tendría mucho sentido escapar en vehículo, ¿no?

Cinco años después vivimos en carne propia un terremoto, se los conté en su momento (más información en los artículos 104, 105, 107, 109 y 110). Siempre debemos estar preparados en caso de cosas así. Chile es un país que exige estar listos frente a la adversidad. ¡Ah! Como un dato curioso, una familia amiga salió arrancando a Santa Juana (por una carretera que bordea el río Biobío) ese día del falso tsunami. A la mañana siguiente volvieron a casa y ahí se percataron que se les había quedado su hijo menor... Cosas que pasan.

¿Y tú? ¿Viviste el "Falso Tsunami"? ¿O un terremoto? Hablemos en los comentarios. Saludos amigos.
_______________________________________

Estoy en las redes sociales
Estamos en Google+

Puedes mantenerte al día si me sigues tanto en el Fanpage de Donde Panchito en Facebook, como en mi página en Google+ y en Twitter. ¡Sígueme y podrás estar conectado con Donde Panchito!
Compártelo:

294. Aniversario 12 de "Donde Panchito"

Mi antiguo sitio web, en julio de 2007

¿Quién lo diría? Hoy este blog cumple su aniversario número doce. ¡Doce años amigos! Tenía tan sólo 16 años cuando comencé con esta aventura, anteriormente llamado Panchito On Line. Estoy muy feliz de lograr que este lugar, Donde Panchito, siga en el tiempo. Como ya he mencionado un par de veces, la idea es que llegue a viejito y pueda ver, con algo de orgullo, que este blog me acompañó por 30, 40 ó 50 años de mi vida.

Pero, ¿por qué querría un joven de 16 años iniciar este lugar? ¿Qué he ganado con todo esto? ¿Y qué espero lograr con Donde Panchito en los siguientes meses?

Un adolescente con ganas de escribir

Mi pasión por la escritura se remonta a muchos años atrás. A eso súmenle que me encanta leer. Son dos cosas que siento que han ido perdiéndose en el tiempo. Los celulares y la tecnología hacen que la gente abandone el escribir y el leer libros físicos. Bueno, pero ese no es el tema. Como quizá ya leyeron en la sección Acerca de > Historia de este blog, a los diez años comenzó mi aventura, primero viendo a mi hermano Andrés, y luego intentando en vano crear mi propio sitio web. Finalmente, el 16 de mayo de 2006, abrí mi pequeño sitio web, donde el tema principal ni siquiera era yo, o las cosas que pensaba, sino más bien la escritura.

Mi intención era subir galerías con personajes literarios, sus biografías, y parte de su obra. En la abandonada web de Panchito On Line recargado, que aun está en internet, podrás ver lo que intenté hacer. También incluía juegos y fotos mías, entre otras cosas. Sin embargo, comprendí que podría ser interesante el que conocieran mis puntos de vista sobre la vida y lo que me sucede. Con ese fin, en noviembre de 2007 me cambié a Blogger y cambié de nombre a Donde Panchito, nombre que se mantiene en la actualidad.

Siempre quise también compartir con mis lectores las pequeñas obras literarias que he hecho. A lo largo del blog puedes encontrar algunos ensayos literarios, así como mis obras personales, que de a poco he ido subiendo a este lugar. A eso súmenle mis vivencias y reflexiones y... bueno... el resultado es este blog.

¿Qué gano con todo esto?

Monetariamente hablando, en la actualidad no gano nada por tener este blog en pie. Ves propagandas de google, pero no es rentable porque no tengo una gran cantidad de visitas. Por ahí por el año 2009 logré ganar un cheque de unos 70 mil pesos por concepto de propagandas, pero de ahí nunca más.

Mi ganancia es más bien moral y simbólica. La satisfacción de lograr que un proyecto mío tenga relativo éxito y se mantenga en el tiempo. Eso me deja feliz, y con ganas de continuar con este lugar.

¿Qué se viene en mi blog?


Debo reconocer que ideas hay de sobra. Lo que falta es tiempo. Les seré sincero: es muy probable que la cantidad de artículos en los meses siguientes baje considerablemente, a quizás unos 3 o 4 por mes. Mi trabajo seglar y mis actividades relacionadas con mi religión no me dejan mucho tiempo libre. Lo bueno es que tengo muchísimos bosquejos listos para terminarlos y publicarlos, por lo que este blog tiene para rato.

Con respecto a vídeos, es probable también que ya no publique tantos, pero habrán. Eso es seguro. También continuaré subiendo mis obras literarias. No me he olvidado de La Olimpiada, ya que tengo que publicar el capítulo 4.

Amigos: como todos los años, quiero agradecerles su fidelidad al leer este blog. Doce años no se logra siempre, ¿no? Mi blog está llegando a la pubertad, y me agrada ver que tengo este proyecto con miras al futuro. Gracias por sus comentarios, por sus Me Gusta en Facebook y por seguirme en Instagram y Twitter. Son ustedes los que hacen que este blog se mantenga en pie. ¡Hasta el siguiente artículo amigos!
Compártelo:

293. No permitas que te humillen

De cajero en "Mayorista 10"
Hace más de dos mes que me despidieron de donde estaba trabajando. Gracias a Dios no hemos pasado por penurias y ya tengo un nuevo trabajo. Luego les hablaré a qué me dedico ahora. Por lo pronto, quisiera compartir con ustedes una experiencia que sucedió en mi antiguo trabajo cuando llegó un nuevo cajero, que no duró más de una semana, y no necesariamente porque no fuera bueno para trabajar.*

*Las fotos indicadas en este artículo no demuestran necesariamente que este incidente sucedió en uno de los dos empleos mostrados. He tenido varios empleos y pudo haber ocurrido en cualquiera. De todas formas, este sencillo ejemplo sirve para que no dejes que NADIE te humille en tu empleo, bajo ninguna circunstancia.


Don Alejandro

Como ya deben de suponer, Alejandro es el nombre de la persona que llegó a trabajar, por ahí por octubre del año pasado. Era un hombre de edad (no un anciano, pero mucho mayor que yo. Calculo unos 45 ó 50 años). Comenzó a aprender a usar la caja y todos los pasos que hay que hacer para atender en el local, así como los tipos de cigarros que se vendían y el orden en que debían ser ubicados y contados. Lo aprendió bien, pero lamentablemente era lento. Muy lento. Y en un local donde va mucha gente apurado, eso era un aprieto.

Insisto: no era malo para trabajar. Era lento. Y a decir verdad, cuando uno comienza a aprender cosas nuevas, le cuesta agarrar el ritmo. Pero parece que donde yo trabajaba no tomaban eso en cuenta. O, al menos, algunos de los jefes no pensaban así. Alejandro seguía atendiendo a su ritmo. Nunca oí de algún cliente que reclamara por su lentitud. De hecho, lo esperaban con paciencia, comprendiendo que estaba recién aprendiendo el sistema. Así que, en esta ocasión, de los clientes no puedo decir nada.

Humillación en frente de los clientes

En uno de los varios "Pronto Copec" en que trabajé
Caso aparte que algunos compañeros comenzaran a hablar mal a sus espaldas, lo cierto es que a una de las jefas no le agradaba mucho él (o, sino era así, sus hechos lo demostraban). En una ocasión, mientras estaba cerrando la caja, intentaba ordenar el dinero, los papeles de avances y documentos como comprobantes de tarjetas de crédito y débito. Llega una jefa y, viendo el desorden que tenía en su intento de declarar su caja, comienza, en frente de todos (incluyendo clientes), a humillarlo porque no entendía nada.

No lo invento: yo estaba ahí. Lo vi. Lo viví. Y me pareció de muy mal gusto. Ella se metió en sus documentos y en su dinero (ojo ahí, si eres cajero no permitas que NADIE se meta en tu caja... ya te imaginas las razones...), mientras vociferaba que todo estaba mal, que cómo podía ser tan lento y otras cosas que no recuerdo. Alejandro miraba al piso, triste, muy triste. Lo noté, así que me acerqué y le dije: "No te preocupes. Aquí no somos así. Yo te ayudo con tu caja".

O sea, si yo veo que uno de mis trabajadores tiene problemas para realizar su trabajo. no lo humillo. Lo ayudo. Le explico cómo se hace. No lo dejo en ridículo. Esa es la diferencia entre un JEFE y un LÍDER.

A los días después, Alejandro desapareció. Le pedía a otros compañeros que le hicieran los turnos y, finalmente, renunció. Espero que halla encontrado un trabajo donde se respete a la gente, y no los humillen como le sucedió a él mientras ponía lo máximo de su parte para aprender el arte de ser cajero.

Reflexión

Amigos: la vida da vueltas inesperadas. Yo fui jefe. En uno de mis trabajos fui supervisor de cajas. Y ahora soy un simple empleado que debo obedecer órdenes. Uno puede estar arriba un día, y otro día abajo. ¡Qué curioso sería si, pasando el tiempo la jefa que trató mal a Alejandro fuera una empleada de él! Las cosas serían muy distintas, ¿no lo creen?


Por lo mismo, hay que ser humildes, tratar a todos con el respeto que se merecen y ser empáticos, en especial con quienes están aprendiendo un nuevo empleo. La vida puede dar sorpresas inesperadas, y no nos gustaría que nos trataran mal si por abc motivos no aprendemos de una un nuevo oficio.

El hecho de ser jefe no te da derecho a humillar a tus trabajadores. Un verdadero líder de equipo trabaja en unión con sus colaboradores y empujan al mismo lado. Un simple jefe... bueno... es sólo eso: un jefe mandón. ¡Saludos amigos!
Compártelo:

292. Series de Televisión 16: Denver, el último dinosaurio


Continuamos en este mes aniversario de mi blog. En esta ocasión quiero hablarles de una serie de televisión que daban acá en Chile a mediados de los años noventa. Una serie que, si bien es cierto sólo duró una temporada, fue suficiente para que me marcara y tenga lindos recuerdos de ella. Les presento a Denver, el último dinosaurio.

Esta serie es franco-estadounidense fue producida en 1988. Se transmitió en Estados Unidos ese año y en 1989 (es obvio que acá en Chile todo llega tarde :P). La serie cuenta las historias de Denver, un dinosaurio que fue rescatado (cuando estaba en un huevo aun) por un grupo multirracial (ojo con ese detalle, que tan en boga está ahora con los inmigrantes) de jóvenes aficionados al patinaje en monopatín. Contiene mensajes sobre el cuidado del medioambiente, la amistad, ecología y conservación del planeta.

A pesar de que la serie fue todo un éxito, fue cancelada en 1989, por lo que, como les había comentado, sólo tuvo una temporada. Les dejo la introducción de esta serie. Quizá también la han visto. Hablemos en los comentarios. ¡Saludos a todos amigos!

Compártelo:

291. El niño del medio millón de pesos


La siguiente historia que les quiero contar abre el mes de aniversario de mi blog. Y es que Donde Panchito este mes llegará a su 12do aniversario. ¡Cómo pasa el tiempo! Y de hace mucho tiempo atrás es la historia que quiero relatarles, y que me contaron cuando fui a ver a mis padres. Aquí va.

Un padre tenía tres hijos. Sus primeros dos hijos nacieron en un hospital público. Mi papá me contaba que este padre era muy esforzado. En uno de sus viajes al poblado de Mininco (Región de la Araucanía) obtuvo una suculenta cantidad de dinero, digamos... unos 500 mil pesos de la época (estamos hablando de hace mucho tiempo, año 1990 aproximadamente, y en ese entonces 500 mil pesos era muchísimo dinero). Entonces, decidió que iba a destinar ese dinero para que su esposa, que estaba embarazada, tuviera a su retoño en una clínica. "Voy a hacer que mi último hijo nazca en una clínica", decía él.

A decir verdad, en el hospital público no hubo problemas. Los dos partos fueron normales y la atención fue buena. Y pues que, al final, nació el último hijo, a quien este padre lo nombró como "El niño del medio millón de pesos", porque eso le costó aproximadamente el parto y la estadía en la clínica.

Cuando terminó de contar la historia, le dije a mi padre que era muy linda. Y él me dice: "Claro, si tú eres el niño del medio millón de pesos".

Mis dos hermanos nacieron en el Hospital Higueras de Talcahuano. Mi papá, luego de trabajar en Mininco, pagó para que yo naciera en la Clínica Francesa de Concepción, un 22 de febrero de 1990. Mi mamá me contaba que la atención fue excelente. Tenía su propio dormitorio donde estábamos ella y yo. Y bueno... ahí me di cuenta de que yo era el niño del medio millón de pesos.

Los padres siempre desean lo mejor para sus hijos. Pero por muchos motivos no pueden hacerlo de manera equitativa. No es que mi padre quisiera menos a mis hermanos que a mí, ni mucho menos. Nos quiere a los tres por igual, y durante nuestra niñez se sacó la mugre para traer el pan a la mesa. Y hasta el día de hoy mi padre siempre se preocupa por los tres, aun habiéndonos casado y formado nuestras propias familias. Lo de la clínica fue algo que se dio, y bueno... hubiera dado lo mismo para la familia nacer en el hospital o en la clínica: igual llegué a este mundo y, 28 años después, aquí estoy escribiendo en este blog.

¡Comenzamos el mes aniversario! El día 16 se cumplen 12 años desde que abrí este lugar en 2006. Y miren: ya llevamos 220 mil visitas y nos falta poco para llegar a los 300 artículos. ¡Vamos viento en popa! Recuerda que este blog lo hacemos todos, así que espero tus comentarios. ¡Nos vemos en un siguiente artículo!
Compártelo:

Entrada destacada

441. No fue sólo un accidente...

  A lo largo de estos ya más de 17 años escribiendo en este lugar, he hablado en más de alguna ocasión sobre el sistema de transporte públic...

Suscripción

Lo más leído del mes

Archivo del Blog