262. Experiencias de un simple cajero 10



Y ha llegado la hora de presentarles una nueva edición de la ya clásica sección de mi blog. Hablamos de Experiencias de un simple cajero, en su ya décima edición desde su estreno en 2011. Les contaré brevemente dos historias que me pasaron últimamente y que me llamaron la atención. Espero que les guste:

La chica del pijama

Como ya deben saber (si no lo saben, ahora lo sabrán), donde trabajo ahora debo realizar turnos de noche, lo cual no me agrada en absoluto (pronto les hablaré más de eso en un artículo exclusivo sobre ese tema). Pero cuando hay que mantener una familia, pues no hay que ponerse regodión o exquisito a la hora de buscar empleo. La cosa es que, en uno de esos turnos de noche, a eso de las 4.30 de la madrugada, llega una chica al local... vestida de pijama.

Un pijama rosa, con un estampado de un oso, muy tierno por cierto. No sé cómo no tenía frío, considerando que era invierno, y de noche la temperatura baja mucho. Aparte, hay que tener personalidad para andar así en un negocio, donde había gente comprando y comiendo. Me pidió una cajetilla de cigarros, pagó y se fue, arrastrando sus pantuflas en el piso.

Los plátanos de oro

Entre la gran variedad de productos que ofrece el local donde trabajo, están las frutas: plátanos, naranjas, manzanas y peras. Son ricas: debo reconocerlo, especialmente las peras. El único problema es el precio, y de eso trata esta experiencia.

Un día, mientras estaba atendiendo mi caja por la mañana, entra un señor junto a su hijo. Compran varias cosas hasta que se fijan en las frutas que hay en el mostrador. Me pregunta: "Joven, ¿los plátanos valen 450 pesos el kilo?", a lo que le respondo: "No, el valor es por unidad".

Sí, créelo: un plátano vale 450 pesos. En la feria que se hace cerca de la casa de mis padres por esa misma cantidad de dinero te llevas un kilo de plátanos. Pero donde trabajo se venden por unidad. Tanto los plátanos, como las peras, las manzanas y las naranjas, valen increíbles 450 pesos cada una.

El caballero me dijo: "¿Como? ¿Que son de oro acaso? Están demasiado caras, ¿cómo puede ser eso posible?". Yo le respondí: "Hay muchas variables caballero. Una de esas es el hecho de que el negocio puede poner el valor que quiera para lo que vende porque vivimos con esa libertad dentro de nuestra economía. Ahora, si no quiere llevar un plátano, puede comprar un kilo con ese mismo dinero en una feria". "Pero acá en la carretera no hay ferias poh", me respondió. Y yo concluyo: "Pues la empresa sabe eso, y por eso fija esos precios, porque quien quiera una fruta, pagará el precio que sea con tal de comer una, en vez de buscar una feria para comprar el kilo".

Lógica pura.

Finalmente el caballero no compró la fruta y se llevó sólo los productos que había seleccionado antes. A todo esto, el otro día andaba con mi esposa comprando en el Líder, y había una promoción de dos jugos andina boca ancha a $890. Y donde trabajo está el mismo jugo andina, sólo uno, a $850. A ese nivel pos. Y lo increíble: la gente igual compra donde trabajo.

Bueno, eso quería contarles por ahora. Tengo más experiencias que les relataré en ediciones posteriores. Se vienen nuevos artículos así que atentos amigos míos. ¡Saludos y que tengan una excelente semana! :)
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2 comentarios:

  1. Gurú bkn saber que funciona el blog hoy me salió un recuerdo de sus 4años y me metí inmediato por una historia donde panchito.
    Saludos y ojala que pase toloza por un platano.

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    1. Héctor: más conocido como "gurú". Jajajaj tantos recuerdos se me vinieron a la mente en ese supermercado que, dicho sea de paso, hace tres años ya que me fui. Sin ti y sin mi la cosa se puso fome. Peor ya que ni siquiera está Toloza. Pero si viene a comprar plátanos mejor le digo que camine como egipcio. XP

      Saludos amigo. Un gustazo saber de ti.

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