239. El extraño caso del robo de la cámara fotográfica

Yo en el liceo, en 2007

Cursaba cuarto año medio, por allá por el año 2007. Este blog aun no existía, aunque ya tenía en funcionamiento mi sitio web Panchito on Line, precursor de este lugar. Me gustaba ir a clases: compartir con mis compañeros y aprender cosas nuevas. Por ese entonces me gustaba una chica de primero medio, llegaba de clases a meterme al MSN y estaba aun dubitativo en cuanto a qué haría con mi vida luego de licenciarme. Me gustaba salir en bicicleta y arreglar mi pequeño sitio en internet.

Ahora que los puse en contexto, les contaré este extraño caso del robo de la cámara fotográfica. Pero, estimado lector, no es cualquier cámara... era la cámara de fotos de mi papá.

Es muy común que en la sala de clases se sienten los más desordenados atrás, donde payasean y muchas veces le hacen la vida imposible al profesor de turno (hablé de eso un poco en mi artículo Al Maestro, con Cariño). En fin, yo me sentaba al medio de la sala de clases... término medio, ni fu ni fa. No era un mateo, pero tampoco un desordenado desenfrenado.

Cada cierto tiempo llevaba la cámara de fotos de mi padre (que la usábamos todos), y que recién la había comprado ese año. Era la última chupada del mate en tecnología, para ese entonces. La cosa es que un día, por allá por agosto, llevé la cámara para sacarme fotos en el colegio con mis compañeros. Algunas fotos de este blog fueron tomadas con esa cámara.

Esta foto, donde por extrañas razones salía humo del suelo del colegio, fue tomada con la cámara en cuestión

Lo que no sabía, es que uno de mis compañeros, de esos que se sentaban atrás de la sala, era amigo de lo ajeno. A la hora de almuerzo dejé mi cámara fotográfica en la mochila, y me fui al casino a almorzar con mis compañeros. Al volver... bueno, es como obvio lo que pasó: la cámara había desaparecido. La mochila estaba abierta y estaba todo, menos la cámara.

Tocaba clase de Argumentación, y yo desesperado buscaba la cámara por todos lados. Mis compañeros no vieron quién se la robó. Y yo estaba muy mal, porque si no aparecía, mi padre me iba a castigar. Decidí ir donde el inspector general, y explicarle lo ocurrido. Decidió abrir una mini investigación para descubrir quién se lo había robado.

Al llegar a casa a explicarle a mi padre lo sucedido, no me castigó ni mucho menos. Pero me dijo que con eso aprendería a que tuviera más cuidado, porque la ocasión hace al ladrón.

Un par de semanas después, y luego de dar por perdida la cámara, me llama el inspector general a su oficina. Yo, extrañado, fui para allá. Nunca fui un cabro extremadamente desordenado como para que me fuera a retar por algo que hubiera hecho. Me imaginé mil cosas, pero nunca me imaginé lo que vería al entrar a la oficina del inspector.

Entro y el inspector estaba en su escritorio y, frente a él, dos personas. Una de ellas era mi compañero de curso y al lado, su mamá. Mi compañero lloraba a mares y desconsoladamente. Se suscitó el siguiente diálogo (parafraseando, por lo que me acuerdo... ya han pasado casi 10 años de esto):

Inspector: Bueno Francisco, te mandé a llamar porque tu compañero de clases quiere decirte algo muy importante.
Yo: Ah, pues, soy todo oídos.
Compañero: - llorando - Perdóname por favor. Yo fui el que te robé la cámara pero lo hice sin ninguna mala intención. ¡Perdóname!
Yo: ¿Así que tú te metiste en mi mochila?
Compañero: Sí, vi tu cámara y me la llevé.
Mamá: Sí, joven. Mi hijo te la quitó, pero hoy te la va a devolver.

La susodicha cámara

Dicho esto, la mamá de mi compañero saca de su cartera mi cámara de fotos intacta. Lo único que le faltaban era la tarjeta de memoria y las pilas. Pero eso era lo de menos. Por segunda vez recuperaba algo que me habían robado. Un par de meses antes, me habían asaltado y robado mi mp3, siendo recuperado por carabineros ese mismo día. Sin embargo, quería saber el motivo por el cual mi compañero había sustraído mi cámara de fotos. Y he aquí la explicación:

Días antes del robo, mi compañero se encontraba en un Cyber haciendo una tarea de la escuela. En eso entran unos tipos a asaltar el local. Amedrentan al locatario y le quitan todo el dinero. Pero al irse, se dan cuenta de que estaba mi compañero en uno de los computadores. Lo agarraron por el cuello y lo amenazaron. Le dijeron que no le contara a nadie lo que había visto, y le exigieron una cierta cantidad de dinero, o sino le iban a sacar la mugre. Dicho esto, se fueron.

Entonces, cuando me vio con la cámara, vio una excelente manera de conseguir el dinero que necesitaba. Me la robó e inventó un dolor de estómago para retirarse ese día a la 1 de la tarde, en vez de a las 4:15. Al salir, fue a donde un amigo de él (ex-compañero de los dos) y éste la redujo en el mercado negro. Consiguió la plata, pero por extrañas circunstancias no llevó a cabo la entrega del dinero.

¿Habrá sido un invento? ¿O realmente habrá ocurrido? ¿Le habrá pesado la conciencia? ¿O todo esto fue fruto de la investigación del inspector general? O quizás la mamá se dio cuenta, ¡qué se yo! A estas alturas, poco importa responder esas preguntas. Lo que importa es que, en sólo dos semanas, se pudo resolver el extraño caso del robo de la cámara fotográfica.
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