188. Operación Panchito, parte 2

Continuación de mi historia sobre la operación del quiste
Saludando en mi lecho de enfermedad :P

Hemos ya iniciado el año 2013. Nos hemos salvado del fin del mundo del que tanto hablaron el año pasado (¿aún no lees mi breve artículo referente a ese tema? Léelo haciendo clic en este enlace). Lo cierto es que ya estamos en el codiciado verano y los días han estado hermosos y agradables... bueno, ni tan agradables. Ha hecho mucho calor. Y peor para mí, ya que hoy, 17 de enero, aun estoy con licencia producto de mi operación, operación que me hicieron hace más de dos meses. ¿Recuerdan que ya les conté la primera parte tiempo atrás? Habíamos quedado en que había resultado todo bien y me extirparon el bendito quiste.

Luego de eso, me llevaron de vuelta a la habitación. Y ahí recién comencé a sufrir las consecuencias de la operación. El cirujano dejó la herida completamente abierta, es decir, el tajo de unos 8cm que me hizo y donde excavó hasta el fondo quedó abierto para que pudiera drenar todo lo que quedara en el interior. Así, se reduciría la posibilidad de que apareciera otro quiste en el futuro. Exámenes posteriores indicaron que fue extirpado absolutamente todo el quiste, y no quedó nada que pudiera formar otro. ¿Se imaginan tener esa herida abierta y doliendo todo el bendito día?

El lugar donde me operaron
Al despertar a la mañana siguiente, a eso de las 6 de la mañana, noté algo muy extraño. Estaba boca arriba en la cama. Eso me alarmó, puesto que como la herida estaba terminando mi espalda, estaba ejerciendo presión con todo mi cuerpo sobre ella. Me ladeé como pude y... ¡Horror! Las sábanas bañadas de sangre. "¡Oh no! ¡No puede ser! ¿Qué hago ahora?". Pulsé el timbre de la habitación y llegaron dos enfermeras. Limpiaron y cambiaron las sábanas. Me cambiaron los parches y me pusieron otro extremadamente gigante, tan gigante que parecía pañal de adulto. Mientras cambiaban las sábanas, casi me desmayo producto del hambre (no había comido nada desde el día anterior en la mañana) y por la pérdida de sangre. A las 7.30 llegó el desayuno, que en realidad no llenó mucho, pero agradecido estaba porque por fin llevé algo a la boca.

Durante el día varios familiares y amigos me llamaron por teléfono o me fueron a ver. Mi hermano Andrés me llevó su consola de videojuegos portátil Dingoo para poder jugar con ella. Después del episodio de la mañana, intentaba no moverme mucho. Debía estar de lado o de guata en la cama, o pararme a caminar un rato y mirar por la ventana. Al medio día, el paciente de la cama de al lado se fue, y nos despedimos amigablemente, aun cuando roncó toda la noche XD.

En la noche del miércoles al jueves tuve el mismo problema que la noche anterior, pero en menor escala. A las 3 de la mañana el doctor de turno me cambió el parche nuevamente por uno un poco más chico. Debo reconocer que durante mi estadía en la clínica las enfermeras y los médicos me trataron excelentemente bien, y la comida era exquisita. Al mediodía del jueves, el cirujano que me operó me dio el alta y, por fin, pude irme a casa.

Cuando estaba saliendo ya de la clínica. La silla de ruedas no pude usarla porque no podía sentarme. Y eso que la enfermera me insistía en hacerlo.

Con mi madre, saliendo de la clínica el jueves al mediodía (me operaron
un martes por la noche)

Pero apenas saliendo de la clínica comenzaron los problemas. Si no podía sentarme, ¿cómo viajaría en el auto? Viajé en la parte de atrás, arrodillado, mirando hacia atrás. Los choferes y peatones me miraban con extrañeza y curiosidad. Y es comprensible: "¿Qué andaba haciendo un jetón sentado (o arrodillado) de esa forma en ese auto? Debe estar loco", quizás pensaron algunos.

Llegamos a mi lugar de trabajo a dejar mi primera licencia médica y me vine a casa. Lo primero que hice fue acostarme, y así estuve durante 4 semanas, parándome para comer, ir al baño, estirar las piernas o cuando tenía que ir a curaciones. Ese era otro jaleo, puesto que como debía ir a Concepción para mis curaciones, debía viajar parado en la micro, aun cuando viniera vacía. Una vez más, la gente me miraba: "Bueno, y este chico, ¿por qué no se sienta?". Fue en uno de esos viajes cuando tuve el problema con el chofer de micro que me dijo que me despailara.

Debía usar ese soporte para poder comer, puesto que debía hacerlo de pie.

Han pasado ya más de dos meses. Aun sigo con licencia. No puedo estar mucho rato sentado: a la hora a lo sumo debo pararme y caminar. La herida aun está abierta, pero es un tajito superficial. Aun voy a curaciones dos veces por semana y, si todo va bien, a principios de febrero podré volver al trabajo y hacer mi vida normal. Agradezco a Dios que todo haya salido bien y que ya no me molestará nunca más este quiste. 

Así doy inicio al año 2013 en mi blog. Es la 8va temporada desde mi inauguración el 2006 y espero que sea igual de genial que la anterior. Gracias por leerme y nos veremos pronto aquí, donde Donde Panchito.

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