145. Apretado como sardina

A nadie le cabe la menor duda de que el sistema de transporte de Concepción es algo ineficiente. Basta con subirse a una micro entre las 7 y las 8.30 de la mañana para percatarse de que no es ninguna gracia viajar a esa hora. Resulta que por ir al médico en la mañana me sucedió una historia muy curiosa, historia que hoy te contaré. Sigue leyendo...
Sí... otra vez... ellos: nuestros queridos choferes

Hace aproximadamente cinco semanas estaba en el trabajo cuando la encargada de Servicio a Personas me indica que debo entregarle a la brevedad un certificado de afiliación a Fonasa. Al llegar a casa le consulté a mis padres por aquello, puesto que aun pertenezco a Isapre. Luego de hacer las averiguaciones correspondientes, me encontré con la sorpresa de que a fines de septiembre pasaría definitivamente de Isapre a Fonasa, por lo que recién en octubre podría entregar mi certificado en el trabajo.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver todo esto con ir apretado como una sardina? En realidad nada. Pues que, al darme cuenta que me quedaban tan poquitos días como carga de mis padres, ellos me instaron a hacerme chequeos médicos antes de pasar a Fonasa, puesto que me saldría más barato. Pedí hora en el centro médico Megasalud (ubicado en Freire, entre Janequeo y Lautaro) y me citaron para un martes a las 3.35pm. Fui junto con un amigo y la doctora me pesó y me midió. Luego me pidió que me hiciera ciertos exámenes médicos, como muestras de sangre y un electrocardiograma. La cosa es que tenía que volver en ayunas el viernes, después de las 8 de la mañana.

Cómodamente en una Mini Hualpencillo

En este paradero no paró la micro

El día anterior me acosté super temprano para poder levantarme sin problemas y tomar una micro. Y al otro día me levanté a las 7.30am y, luego de lavarme, me fui al paradero. Allí estuve unos 5 minutos y las micros pasaban llenas, por lo que ninguna se detuvo. Un poquito molesto, camino hacia el siguiente paradero, puesto que allí hay un semáforo, y quizás tenga más posibilidades de subirme al tocar la luz roja. Mi sorpresa es mayúscula al ver que el paradero estaba repleto de gente. "Ah, no... llegaré como a las 10 de la mañana en estas condiciones" - pensé. Aun no llegaba al paradero cuando, de pronto, veo que toda la gente se viene encima mío. Yo, intrigado, me preguntaba que por qué la gente venía hacia mí. Miro hacia atrás y justamente había una micro, línea 42, variante por autopista, la que me dejaba a dos cuadras del centro médico.

Di media vuelta y fui el primero en subir (jeje). Pagué mis 390 pesos y poco pude avanzar hacia adentro de la micro, puesto que ya venía llena. El chofer seguía metiendo gente a la micro, sabiendo que ya no cabía ninguna alma más dentro de ella. Cuando ya éramos como 30 pasajeros de pie, el chofer de la micro, línea 42 (Mini buses Hualpencillo), intentó cerrar la puerta. No les miento si les digo que estuvimos como 40 segundos tratando de que se cerrara la puerta hasta que, al final, se cerró. Comenzamos a avanzar por la avenida, y yo iba mirando justo hacia la Información al pasajero que está detrás del chofer, donde se indica la capacidad máxima de la micro: 25 personas sentadas y 20 de pie. "Esto es un chiste, no somos animales", pensaba mientras la micro se detenía para tomar más pasajeros aun.

Lo que más me dio rabia es que el chofer gritaba hacia atrás, diciendo: "Por favor, avancen más atrás que queda más espacio". Yo, a duras penas, logré avanzar hasta la puerta trasera de la micro. Subieron unos 4 más y la micro siguió su recorrido. Al llegar a la Universidad Santa María, el chofer se disponía a abrir la puerta para que subieran más pasajeros. A estas alturas, los pasajeros ya estaban algo molestos. Comenzaron los chiflidos y uno grito: "¡¡No somos animales #$@&!!". Otro dijo: "Ya no cabe nadie más, ¿tanto necesitai la plata que querí que vayamos apretados?". El ambiente se puso más tenso cuando, al ver que por adelante no cabía nadie más, el chofer abrió la puerta de atrás (donde estaba yo) y subieron unas 5 personas más. La gente comenzaba a golpear el techo y las ventanas en señal de descontento. Yo me preocupaba más de buscar aire fresco, ya que estábamos todos medio ahogados dentro de esa micro.

Al llegar al Mall el bus quedó casi vacío. Mientras bajaban, algunos pasajeros increpaban al chofer y éste, como la mayoría de los choferes "capacitados" por la licitación, les respondía afectuosamente (entiéndase ese término como irónico). Logré sentarme y, al mirar hacia atrás, me percato que había un caballero de los que se subieron por atrás sin pagar, cómodamente sentado. Y curiosamente, este sujeto se bajó conmigo en el mismo paradero. Es decir: no pagó su pasaje.

Me hice todos los exámenes y tomé la micro de vuelta, que venía casi vacía, puesto que eran pasada las 9 de la mañana.

¿Hasta cuándo?


¿Una utopía?

Esta es la tercera vez que hablo acerca de los choferes de la locomoción colectiva de Concepción. Su trato deja mucho que desear. Obviamente no podemos meter a todos dentro del mismo saco, ya que hay choferes super buena onda, y otros que en realidad son unos verdaderos animales al volante. A estas alturas siento que nos metieron el dedo en la boca con la supuesta capacitación para los choferes. El año 2009 un chofer me trató de desgraciado porque le hice ver que casi me caigo de la micro al partir bruscamente. Y el 2008 el chofer me tiró el vuelto por pagar con pase escolar. ¿Pero qué se creen estos señores por Dios? Les damos de comer y nos tratan como si fuéramos porquería. No puede ser que porque no tenemos otra forma de ir al centro tengamos que soportar malos tratos, choferes locos al volante y viajes todo apretujados.

De todo esto, saco dos conclusiones. La primera: en las tres veces que he tenido problemas con choferes, las tres han sido mientras voy al médico, así que nunca más iré al médico en bus :P. Y la segunda conclusión: juntaré dinero y me compraré un auto. Así, nunca más seré pasado a llevar por estos susodichos conductores. :D
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