234. Manual para aprender a botar basura


Vivimos en un mundo cada vez más descuidado con el entorno que nos rodea. No hace falta salir muy lejos para ver cómo hay basura desparramada por las calles, los pasajes, las plazas y en sinfín de lugares, incluso en donde existen basureros como para botar los desperdicios. Es una sociedad tan cochina y sucia, que incluso algunas veces me da rabia y asco ver cómo la gente contamina como si fuera la cosa más normal.Aquí va la descripción personalizada de la entrada que queremos mostrar y que sólo se verá en la portada del blog. Puedes repetir un fragmento de la entrada o agregar una descripción completamente nueva; ésta sólo será visible cuando la entrada esté resumida, una vez que el lector ingrese a la entrada esta descripción no se visualizará.

Y si bien es cierto que pareciera ser que botar basura en la calle es normal en este mundo, en realidad estamos haciendo lo contrario a lo que el propio Dios, quien nos creó, dio como mandato a los seres humanos cuando dijo que lo cultivara y lo cuidara (Génesis 2:15). Pareciera ser que no mucha gente toma en cuenta eso o, si lo tomara en consideración, no lo demuestran con hechos.

Pensando en que es mera ignorancia de las personas, o suponiendo que la gente NO SABE qué hacer con la basura que transporta mientras va por la calle, he decidido crear el "Manual para aprender a botar basura", un práctico instructivo cuya finalidad es educar de manera entretenida cómo y dónde botar los residuos que ya no nos sirven. Ponte cómodo: quizás algunos datos te interesen.

¿Por que botar la basura donde corresponde?


Casi todo el mundo concuerda en que botar nuestros desechos en la calle constituye una grave falta a la limpieza, y es cochino y malo hacer eso. Y es que pareciera ser que la mayoría no toma conciencia de lo grave que es ensuciar nuestro entorno. Tiempo atrás, en el año 2011, en el artículo "¡Peligro! Chanchitos en la vía Pública", les comentaba el tiempo que se demoran algunos desechos en ser degradados y que finalmente desaparezcan. Entre los mencionados, destacan la botella de plástico (de 100 a 1000 años), un vaso desechable (1000 años), una botella de vidrio (4000 años), una pila (1000 años) y una bolsa de plástico (como las de los supermercados, 150 años). Te recomiendo que leas ese artículo.

Siguiendo estos parámetros, podemos deducir que la primera bolsa plástica que fue tirada a la vía pública, si nadie la ha recogido, aun anda dando vueltas, y tendrá sus buenos años antes de que desaparezca de una buena vez.

De ahí la necesidad de botar la basura en los lugares habilitados. Es cosa de cultura: saber dónde botar nuestros desechos para que lleguen a buen puerto, ya sean pilas, vidrios, papeles, cartones, etc; cosas que son reciclables. Aparte, mejoraremos nuestra calidad de vida al mantener una ciudad limpia, sin contaminación, y agradable a la vista. A poco creen que es muy bonito y saludable vivir en una ciudad cochina, una ciudad que es ensuciada por sus propios habitantes. Qué ridículo, ¿no?


Y lo peor: después nos quejamos que la ciudad está sucia y que por qué no ponen áreas verdes y bla bla bla. Si queremos una ciudad limpia, partamos por casa. Nosotros debemos ser limpios con el entorno, y esa actitud debe ser contagiosa para que todos lleguemos a ser cuidadosos con nuestros desechos, desde la basura que acumulamos en casa y necesitamos botar, hasta una miserable colilla de cigarros o un chicle que tiramos al piso.

Por último, la contaminación de este tipo, aunque no lo creas, contribuye al calentamiento global. Pero de eso hablaré en otra ocasión. Por lo pronto, puedes leer este pequeño manual para que todos sepamos cómo se debe botar la basura que producimos. Tomemos nota, entonces, de cómo botar como corresponde

Manual para aprender a botar basura

En estos sencillos pasos todos nosotros aprenderemos a botar basura como debe ser. Aquí vamos:

1. Todos tenemos derecho a comer alguna golosina en la calle, de estos que compramos en kioscos o negocios. Pero eso no nos da derecho a botar los envoltorios en la vía pública. Por eso, siempre bota la basura en los basureros que encontramos en las calles. Si no hay ninguno cerca, por favor, guárdalo en el bolsillo hasta que encuentres uno o, en su defecto, bótalo en el basurero de tu casa.

2. Si recibes un volante en la vía pública no lo tires al piso. Si no te interesa el volante, se amable y no lo recibas, agradeciendo que quieran entregártelo. Si lo recibes y lo lees, guárdatelo o bótalo en un basurero, como corresponde.

3. Nunca debes botar basura desde dentro de tu auto hacia la vía pública. Aparte de ser cochino e ir en contra de la ley, podrías ocasionar un accidente si tiras una cáscara de plátano por la ventana, al estilo Mario Kart.

4. Si masticas chicle, y deseas botarlo, pon el chicle dentro de un pañuelo desechable, y bótalo en un basurero. Apuesto que te es desagradable pisar un chicle por culpa de un desubicado que llegó y lo tiró al suelo, ¿verdad?

5. Aprende a reciclar: hay varios negocios dedicados al reciclaje de cartón o de papel. Averigua dónde puedes llevar tus kilos de papel y cartón. Ganarás por partida doble: contribuirás al reciclaje de tu basura, y de pasada ganarás algo de dinero.

6. Nunca dejes tu basura en bolsas desparramadas por la calle. La gente tiende a copiar a los demás, y si ven a alguien tirando basura en un poste, los demás harán lo mismo, creando microbasurales llenos de enfermedades e infecciones. Espera que pase el camión recolector de basura y ellos se encargarán de los desechos.

Espero que con este sencillo manual podamos todos entender que botar basura como corresponde es tarea de todos: así tendremos un planeta más limpio y lindo para disfrutarlo.

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233. "¡Fuego!", parte 2

Quemar bosques es una aberración (Foto tomada de nuevatribuna.es)

Actualización 02.12.2022: Este relato ocurrió durante mi primer matrimonio. Por respeto a mi exesposa, he decidido borrar su nombre de este artículo.

Para leer este artículo, te recomiendo que leas la Parte 1.

Hasta el día 24 de enero pasado, mi vida iba relativamente normal. Justo ese día, en la tarde, comencé a escribir el artículo "Pirómanos a la vista", que hacía alusión a los incendios forestales que llevaban ya unos días ocurriendo acá en Chile. Pero lo que no sabía es que, al día siguiente, viviría en carne propia y de manera muy directa, cómo un incendio forestal puede cambiar la vida de la gente para siempre. Ponte cómodo: aquí va la segunda parte y final del especial "¡Fuego!".

"Vamos a buscar a mis papás"

Al día siguiente, miércoles 25 de enero, tenía libre en el trabajo. Ordené la casa e hice mis quehaceres. Mi esposa trabajó ese día. La fui a buscar a la hora de colación y almorzamos juntos en casa. La fui a dejar al trabajo para el turno de tarde a eso de las 3 de la tarde. Al horizonte ya veía algo de humo, pero lo consideré como un incendio sin importancia.

Inicio de los incendios ese día

Cuando la fui a dejar, cambié de planes. En vez de volver a casa, decidí ir a ver a mis padres. A la salida de Penco ya podía notar más humo. A medida que iba viajando a casa de mi padres, observaba que había otro foco de incendio que estaba creciendo mucho. Recién ahí comencé a preocuparme. Sin embargo, nunca pensé que la cosa iba a crecer tanto. Deducía que los bomberos serían capaces de apagarlo antes de que pasara a mayores.

Llegué a donde mis papás y desde allá (a unos 18 km de donde vivo) el humo se veía tenebroso. Estaba preocupado, así que salude a mis papás y luego pase a ver a mi abuela y a mis tíos y sus hijos. De broma le dije a Sebastián, uno de mis primos, que debía volver porque no sabía si el fuego llegaría a mi casa. Pero, curiosamente, durante los días siguientes, sí estuve preocupado por ello.

Vuelvo a Penco, paso por la interportuaria, donde el humo ya era demasiado. En el peaje, increíblemente, seguían cobrando, a pesar de tener encima una nube de humo horrible y estaba lloviendo algo de ceniza. Pagué (el peaje más encima subió $50) y llegué a casa. Vivo en un cerro, y desde ahí tengo una vista panorámica de toda la ciudad. Al fondo, veo que hay harto humo en la población Montahue, donde vivía antes mi esposa y viven actualmente mis suegros. Se lo comenté a mi esposa vía whatsapp (como saben, estaba en el trabajo) y quedó preocupada.

Al rato me dice: "Ven a buscarme al trabajo. Vamos a ir a buscar a mis papás". Raudamente tomé el auto y fui a buscarla. Y aquí, amigas y amigos, comienza lo que puedo llamar la parte más peligrosa y caótica que viví en los incendios.

"¡Deben bajar, ¡¡YA!!!"

Desde mi casa ya podía ver que el incendio avanzaba a Penco

Apenas se subió mi esposa al auto aceleré para ir a la población donde se veía mucho humo. Yo quería pensar de que el humo que veía era de más lejos. Pero al llegar a la entrada de la población (que es una calle en subida), estaba atestado de vehículos y carabineros no dejaban subir. Mi esposa se bajó del auto y subió a pie a la población. Intentando avanzar, quedé en medio del cruce, y un carabinero me grita: "¡Flaco, muévete!". A duras penas lo hice y pude estacionarme.

Entre paréntesis: agradezco al carabinero por lo de "Flaco". Lo tomé como un cumplido ^^

Volvamos a la historia. Luego de estacionar, subí también a pie hasta llegar a la casa de mis suegros. Había mucho humo y costaba respirar. Mi esposa estaba en casa, mis suegros aun no llegaban. Mi suegra estaba en un taco en la carretera por los incendios, y mi suegro venía camino a casa después del trabajo. Así que intenté por todos los medios convencer a mi esposa de que debíamos bajar, considerando que no sabíamos si llegaría el fuego a las casas.

A esa misma hora, al final arriba de la población, las llamas estaban llegando a las primeras casas. Los vecinos y los bomberos hacían lo imposible para poder apagar el fuego sin que se quemara alguna vivienda. Más abajo, nosotros esperamos a que llegaran mis suegros. La que llegó primero fue mi suegra. Le dijimos que bajara con nosotros, pero al no querer, e insistir en que esperaría a mi suegro, mi esposa y yo comenzamos a bajar, con la promesa de que, apenas llegara mi suegro, bajarían en auto y se irían con nosotros a mi casa. Al fin y al cabo, y siendo bien frio, si el fuego llegara a la población, la casa se quemaría igual, estando ellos o no adentro. Claro, quizás hayan podido hacer algo como para que no se quemara, pero prefería que no se arriesgaran por cosas materiales: la vida vale más que cualquier otra cosa.

El fuego en la carretera

Bajábamos con mi esposa hacia donde dejé el auto (como referencia, lo dejé en el calendario que está a la entrada de Penco). En eso, la gente comienza a correr calle abajo. Miro a mi derecha y con mi esposa nos comenzamos a desesperar. El fuego venía quemando el bosque que había ahí. No había tiempo que perder: debíamos bajar rápidamente. El humo estaba sofocante.

"Amor, llama a tu mamá y dile que baje. El fuego está más cerca" le grité a mi esposa, quien no pudo comunicarse con ella. La llamé muchas veces insistiendo, e incluso suplicándole, que bajaran. Estaba muy preocupado. "¡Deben bajar, ¡¡YA!!!", le gritaba por el teléfono. En eso, alguien grita: "Muévanse, el fuego viene ahí". Y, en efecto, el fuego estaba acercándose a los autos. Así que tuvimos que irnos al otro lado de la carretera. Mi esposa lloraba. Estaba desconsolada y yo intentaba tranquilizarla. Finalmente, ella decidió subir a buscarlos a pie, y yo los esperaría mientras bajaran, ya que mi esposa insistió en que no subiera con ella. Debía estar atento por si debía mover el auto rápidamente.

En eso, comienzo a sentir un calor horrible (más de lo que ya había sentido ese día). Miro hacia atrás y el fuego había llegado al borde de la carretera. Debía huir nuevamente. La foto que pondré a continuación muestra algo de lo que vi ese día. Comprenderán que por razones obvias no saqué muchas fotos debido a lo delicado que estábamos viviendo.

Mi casa rodeada por los incendios

Finalmente, mi suegra bajó con mi esposa y llegamos a Casa. El incendio no llegó donde mis suegros, y eso es bueno. Sin embargo, durante varios días tuvimos que convivir con el fuego, el humo y el calor extremo. En Conce llegamos a 38 grados aprox., algo totalmente alocado e inusual. En Bulnes, cerca de Conce, llegaron a 45 grados. ¡45! Esa noche no dormí porque al fondo veía el fuego que podía acercarse a casa. Al día siguiente con un sueño extremo fui a trabajar. Los militares estaban custodiando los servicentros y los supermercados, por si habían intentos de saqueo.

Todo ha pasado por ahora

Terminando este pequeño especial (que iban a ser de 4 partes, pero lo dejé en 2 para poder continuar con mis otros artículos) puedo decir que lo que viví a finales del mes pasado no se lo doy a nadie. La sufrimos toda, y estoy consciente de que hubo gente que la pasó peor. Pueblos destruidos, personas fallecidas, bosques quemados... fue una tremenda tragedia. La cosa acá se ha calmado. Llevamos nuestras vidas normales, esperando que nunca, pero nunca más, suceda algo siquiera parecido a lo que vivimos semanas atrás.

Aprovecho de saludar a todos quienes se preocuparon por mi, ya sea llamándome, wasapeando o escribiéndome en la página de Facebook. Estamos bien acá en Penco. Lo peor ha pasado. Y gracias también porque hace unos días hemos sobrepasado la barrera de las 200 mil visitas. ¡Muchas gracias a todos! Y nos vemos pronto en una nueva entrega acá en Donde Panchito. ¡Hasta entonces!
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